pienso en las mudanzas y las despedidas; pienso en las casas en las que viví y en los trabajos que tuve. hago las cuentas. cinco casas y media. cinco trabajos y decenas de vínculos más o menos fijos que no sé si llamarles trabajos.
pienso en una mudanza que no recuerdo porque era muy chica, los kilómetros entre soriano y una casa que ya no existe más en la calle pimienta.
pienso en que la vida es —tantas, demasiadas veces— circular.
cuando me fui de la casa de mis padres, me mudé a un apartamento en un piso cinco de la calle berro. desde las ventanas del fondo se veía el edificio que se construyó sobre el terreno de la casa de mis abuelos paternos; ahí estaba el recuerdo de aquel pie a tierra que tenían mis padres cuando veníamos a montevideo desde el campo en soriano. le decíamos la casita. era un primer piso por escalera con dos dormitorios y un baño. yo dormía entre dos bibliotecas gigantes. a mi madre le daba pavor que, una noche, mientras dormía, una biblioteca se me cayera encima. escribo esto y pienso si mi vínculo con los libros no vendrá de ahí.
pienso que me mudé poco; le preguntó a emanuel sobre sus mudanzas. enumera y concluye: nueve. la vida de las personas que se vienen a estudiar a montevideo tiene eso: muchas mudanzas, pocas casas. cuando lo conocí vivía en un monoambiente en la calle berro, a metros del apartamento que conté antes. la vida, ese bucle. me dice que no siente que pueda llamar casa al monoambiente, que era un lugar de paso; “tuve dos casas: la de paysandú y la nuestra”. hay un cuento que me gusta hacer y es todo el periplo de su llegada a mi casa. no es para ahora, pero prometo que algún día lo haré.
escribo esto mientras el sol —contra todos los pronósticos— entra por el ventanal de la casa de mis padres en la calle echevarriarza.
emanuel lee lópez lópez, el último libro de tomás downey, despatarrado en el sillón. arriba de la mesa ratona me espera gurisas chicas, la primera novela de dani olivar; está la monocle que me trajo guille de algún aeropuerto asiático; el ladrillo 2666 de roberto bolaño me dice a los gritos que recién voy por la página 576. también quedó por ahí orbital de samantha harvey; emanuel lo terminó ayer y dijo algo como: “me gustó mucho, es un libro que te hace reflexionar sobre la pequeñez de la humanidad. lo tenés que leer”. está además el programa de la dama boba, el nuevo estreno de la comedia nacional que vimos y disfrutamos ayer de noche (sergio blanco explica mucho mejor que yo esa sensación intransferible de ir al teatro: “ese mundo paralelo, ese mundo de la ficción que venía a anular, a suspender, a detener por un instante el mundo real y, sobre todo, el peso de lo real”).
nuestras cosas están desperdigadas por un apartamento que no es nuestro.
y que, sin embargo, conozco de memoria.
hace una semana que transitamos esta extraña vida prestada: espacios amplios, auto en el garage, cuchillos afilados, la rambla a una cuadra, una inmensa variedad de ollas, ventilación cruzada, pantuflas en la entrada. la pequeña burguesía en un puñado de conceptos.
hicimos esta mini mudanza porque, en algún momento, se me ocurrió que junio de 2025 era una buena fecha para pintar. mis padres no iban a estar y podríamos venirnos unos días. hace un año la tercera edición de arbitraria se tituló apuntes sobre el derrumbe. hace un año se desplomó el techo del living y bueno, ya era hora. pintar es, de forma encubierta, un deseo que a veces decimos y otras escondemos: nos queremos mudar.
vengo con la voz de violeta parra desde hace días en mi cabeza.
Volver a los diecisiete
Después de vivir un siglo
Es como descifrar signos
Sin ser sabio competente
Volver a ser de repente
Tan frágil como un segundo
Volver a sentir profundo
Como un niño frente a Dios
Eso es lo que siento yo
En este instante fecundo
no puedo enlazar la canción (substack está boludo desde ayer), pero en su lugar te dejo esta versión.
nos fuimos a santiago de chile a fines de mayo; le dimos la bienvenida a junio del otro lado de la cordillera. el viaje tenía dos excusas: que emanuel fuera a la furia del libro, y hacer un paréntesis entre mi antiguo trabajo y mi nuevo trabajo.
soy una mujer que necesita que los cortes se noten. me cuesta pasar de un lado al otro como si nada; soy pésima fingiendo demencia (lo hago si hay que hacerlo, pero no me gusta); detesto las despedidas, prefiero siempre un hasta la vuelta, nos vemos pronto, vuelvo el martes que viene; pienso que no me caben más vínculos y sin embargo sigo ensanchando mi universo de amistades.
cerré un ciclo de seis años (dicen que tenemos ciclos de cinco, pero a mi todo me lleva un poquito más) y para que el cuerpo entendiera el cambio me subí a un avión, caminé por otra ciudad, escuché otras conversaciones, modifiqué la dieta por unos días, traje nuevos libros (ya me devoré la nueva novela de mi querida amiga chilena belén fernández llanos; ojalá llegué a uruguay, ojalá).
a la vuelta deshicimos las valijas y las volvimos a hacer. corrimos bibliotecas, movimos muebles, tiramos cosas que ocupaban lugar. le dimos la bienvenida al pintor y nos despedimos por unas semanas de nuestra casa.
me corté el pelo. fui al dentista. decidí que quería volver a escribir.
volver a los 17, empezar de 0, da lo mismo.
esto fue arbitraria.
gracias por la lectura y por acompañarme, una vez más.
brevísima coda.
la semana pasada damián gonzález bertolino se sumó a substack con el día logrado. suscribite ya, es una orden.
la fábula de la tortuga y la flor es la nueva película de carolina campo lupo. el martes, un ratito antes de su función en cinemateca nos encontramos para charlar sobre los cruces entre el cine y la literatura.
Me encanta Arbitraria! Crónicas frescas y entretenidas y con buenas recomendaciones. Tengo también 2666 y me íntimida empezarlo a leer ! Buena mudanza al hogar cuando termine el pintor! Laura