#14 ¿cómo medir un año? ¿diez años? ¿y más de veinte?
tengo tiempo para saber si lo que sueño concluye en algo
pienso en el tiempo. pienso en una frase que estampó, hace años, mi amigo facundo en el chat de gmail: “el tiempo es una ilusión”.
mi chat de gmail es un viaje particular al pasado. un recordatorio de un momento vertiginoso y bastante feliz. durante un puñado de años ese espacio fue una conversación permanente que iba y venía entre amigos, trabajo, pareja, más trabajo, boludeces de la cotidianidad de la década pasada.
la conversación inagotable que teníamos con facundo casi que a diario concluyó en 2020. así fue su punto final.
—terminé fleabag y quiero leer alguna buena nota, ¿tenés? —escribe él.
—ahhh fleabag. a ver —respondo yo.
—🤩
espero que hayas visto fleabag. por las dudas: está en amazon y sino tenés amazon seguro la podés ver en alguna plataforma pirata. ya no hacen series como fleabag.
facundo ahora vive en madrid. por suerte en una semana desembarca en montevideo. lo extrañamos.
pruebo con un ejercicio que —me contó inés bortagaray— hace el poeta argentino mariano blatt en sus talleres: buscar en chats, whatsapps y correos una palabra. ver qué aparece. hacer algo con eso.
tecleo en mis antiguas conversaciones de gmail la palabra tiempo. esto es algo de lo que se presenta resaltado en amarillo:
puedo llorar y trabajar al mismo tiempo; no tengo tiempo para leer el diario; no te sirve preocuparte por todo al mismo tiempo; el misterioso reloj centenario que marca el paso del tiempo en el desierto de arizona; el misterio de los tres tiempos verbales en una misma oración; temo que voy a fallar todo el tiempo; ¿vos sentís que yo tengo tiempo libre?; no tengo tiempo de explicarle; vas a tener más tiempo para pensar; y ahora que voy a tener un poco más de tiempo para mí, me anoté en un club.
y al final aparece una frase de un texto de hinde pomeraniec que copió y pegó el editor de esta newsletter:
Te juro, Marie, que para un lector no hay nada más maravilloso que una librería colmada de ejemplares o una habitación con estantes llenos de promesas: como ves, una sensación exactamente en las antípodas de la satisfacción que puede provocar el espacio libre y despejado de otra clase de objetos. Y es que los libros no tienen nada que ver ni con la eficiencia, ni con el feng shui ni con los tips ingeniosos: la buena literatura no tiene propósitos y la biblioteca de un lector no es un mueble más sino una personal hoja de ruta, un singular mapa de su vida construido a través de sus gustos en el tiempo”.
era 2019 y la japonesa marie kondo era reina y señora de nuestras conversaciones. había que vivir en espacios ordenados, despojados, pulcros.
netflix haciendo de las suyas. una vez más.
¿alguien recuerda algo de todo esto? no pasó tanto tiempo.
pienso en el tiempo, en su paso, en los números redondos, en los aniversarios, en fechas que son mojones, conquistas, síntesis de logros que costaron mucho, puntos de quiebre, inicios de duelos, pequeñas sonrisas desperdigadas en un camino hostil. pienso en todo eso que pasó mientras seguíamos.
en enero se cumplieron diez años desde que vivo en el lugar en el que vivo. al principio era mi apartamento, ahora es nuestro. es la antítesis de lo que predicaba marie kondo.
la fecha pasó inadvertida, no está marcada en la agenda. no sé qué hice el 15 de enero. enero pasó hace un siglo.
hace unas semanas, en el grupo de whatsapp familiar, mi padre recordó los diez años del casamiento de mi hermano y sofi.
mi madre mandó algunas fotos.
puso qué lindos.
yo teclee un jjajjajaja apurado.
después, como no puedo hacer nada con mis obviedades escribí y qué jóvenes.
en setiembre se cumplen, también, diez años desde que defendí —muy tardíamente— mi trabajo final de grado. veo que hice cuatro posteos en instagram. cuatro. los leo ahora y me descubro tonta, pretenciosa e infantil.
el entusiasmo sólo se explica por dos razones. 1. en ese entonces pensaba que nunca iba a liquidar el asunto. 2. después de una carrera absolutamente mediocre, ese sobresaliente había que ventilarlo.
no lo recordaba, pero 2015 tuvo algo de abundancia y otro tanto de alegría. ojalá pase lo mismo con este 2025.
es el último domingo de marzo y aún no sé dónde están los primeros tres meses de 2025. no hice las resoluciones de fin de año, ni de principio de año. pero quiero esbozar una aquí y hoy: menos novedades, menos.
tengo tiempo
para saber
si lo que sueño concluye en algo
no te apures
ya más loco
porque es entonces cuando las horas
bienvenida, bienvenido.
yo soy pía y esto es arbitraria.
I
cuento breve y brutal: en un diciembre de los ‘90 a mamá la atropelló un auto. sobrevivió. en abril celebraremos sus 74.
vuelvo al accidente.
es un corte que tengo muy presente, pero jamás recuerdo el año. sólo escribí una vez sobre esto. quiero encontrar el texto. voy al blog que tenía en la segunda década de los 2000 y, por supuesto, ya no existe.
pregunto en el grupo familiar por la fecha. ¿1994 o 1995? ¿o fue en 1992?
contesta francisco, nunca contesta nada, pero hoy lo hace: 1994.
le respondo: entonces este año hace 30 de tu meningitis.
contesta: debe ser.
la lógica familiar siempre está en un punto imposible entre el hacemos como si nada y el pragmatismo total.
encuentro el texto. lo escribí en 2013.
En la esquina de Convención y Uruguay, Beatriz se detuvo. Miró hacia la izquierda, vio que venía un auto a lo lejos, se acomodó la cartera y cruzó. Así lo hacía cada vez que iba a visitar a sus tías que, en ese entonces, vivían en el centro de Montevideo. Hacía calor. Llevaba puesto un vestido rojo con estampado de flores y en los pies, sandalias. Era un día cualquiera de un diciembre cualquiera. Hasta que dejó de serlo.
Beatriz llegó a sentir el ruido de un freno que no fue apretado a tiempo y a escuchar la rompiente de la chapa reventada. Después llegó el silencio. El 13 de diciembre de 1994 dos autos chocaron en la esquina de Convención y Uruguay, y Beatriz, que ya estaba arriba de la vereda —vereda: ese lugar donde todos creemos estar a salvo— fue arrollada por uno de los autos. Beatriz —43 años, casada, madre de tres hijos— fue arrastrada hasta la persiana cerrada de un comercio. El auto le destruyó la pierna izquierda. Cuando volvió a abrir los ojos estaba en el suelo, desparramada, con más de una decena de personas que la miraban con morbo. Una mujer le alcanzó sus sandalias y su cartera. Beatriz, lúcida, con memoria y demasiado dolor, le dio una dirección para que llevara sus cosas.
—Ahí viven mis tías —dijo.
La señora obedeció. Eran unos pocos metros. Tocó el timbre. Esther abrió la puerta y vio a una mujer desconocida con un par de sandalias y una cartera en las manos. La imagen era la de alguien que iba a dejar una ofrenda.
—Su sobrina Beatriz le manda esto.
—¿Dónde está?
—Tuvo un accidente. En la esquina. Ya vino la ambulancia.
***
En el barrio montevideano de Pocitos, en el piso dos de un edificio soleado, sonó el teléfono.
—Hola —atendió Bernardo.
El hombre tenía 41 años, era casado, era padre de tres hijos. Al otro lado de la línea escuchó la voz de Gabriela, su cuñada.
—¿Qué le pasó a Beatriz? —dijo Gabriela.
Un segundo más tarde se dio cuenta de que Bernardo no sabía nada.
—¿Cómo qué le pasó?
—Tuvo un accidente. Está en el hospital.
Bernardo —mi padre— cortó el teléfono. Yo tenía trece años. Me faltaban diez días para cumplir catorce. Lo único que recuerdo de ese 13 de diciembre de 1994 es el blanco de la sala de espera, el olor a éter, la cara lívida de mi padrino. Creo haber visto a mi madre pasar en una camilla. Aunque a veces pienso que lo soñé.
no tengo idea cuáles eran los planes familiares para el verano del ‘95, pero se pusieron en pausa. el paréntesis fue largo.
esta introducción es para contar que ese fue mi primer verano en la casa de los figueredo en punta del este. mariella y yo éramos amigas del colegio y su mamá entendió la gravedad de la situación de mi familia y me invitó a irme unos días con ellos.
fue el inicio de mi adolescencia.
los figueredo alquilaban una casa en la treinta y tanto de pinares; la playa más linda de punta del este, mi subjetividad no me permite cambiar de opinión.
al lado de esa casa había otra, el rumor decía que allí veraneaba antonio gasalla. nunca lo vimos, no tengo claro de si era verdad o si cuando yo empecé a ir ya se había comprado su famosa casa en laguna del sauce. lo que sí tengo claro es que los que me enseñaron a conocer a gasalla fueron los figueredo.
gasalla murió el martes 18 de marzo. sus frases inmortales me rebotan en la cabeza. la voz de yolanda, de la vieja, de bárbara, de soledad dolores solari, de la empleada pública se me mezclan con la mía intentando imitarlo.
llegué tarde a los homenajes, a los obituarios, a las columnas en programas de radio y de streaming. llegué tarde, pero al final llegué.
alejandro seselovsky escribió, desde buenos aires, un texto para brecha. arranca así:
No fue menos que nadie Antonio Gasalla, ni quizá más que ninguno. Pero nació bufo, nació clown. Es especialmente desolador que haya muerto sin recordar quién fue. ¿Y qué lo coloca en el Olimpo de los grandes? ¿Por qué merece el mármol de los únicos o de los tan pocos? Un gran artista comprende su tiempo y con las herramientas de su arte, lo expresa. Pero un artista mayor, además, anticipa el tiempo que vendrá.
El palacio de la risa nació en 1993, un año antes de que la Argentina tuviera su primera conexión a internet. Por entonces nos imaginábamos un mundo autómata, robotizado, un mundo hecho de unos y ceros en el que las emociones cederían terreno a manos de la función operativa de las cosas. Resulta que la revolución digital, 30 años después, nos tiene a todos exaltados, rabiosos, entrando a las redes para vomitar hate –total, no tiene costo–, comentando al pie de las notas en los portales, soltando la arcada de una ofuscación. Bien: resulta que no hay un solo personaje en El palacio de la risa que no esté hecho de exaltación y desmesura.
escribe seselovsky: tenés que estar zarpado en brillo para convocar a otros brillantes y, con ellos, tramar un esplendor común.
maia debowicz hizo el obituario para la agenda. lo tituló amo y señor de las pelucas.
el final es este:
Antonio Gasalla fue un gran artista porque, entre otras cosas, nunca se puso por delante de sus personajes, convivieron siempre dentro de ese pequeño cuerpo que mutaba de forma e identidad. Al cómico nunca le asustó la muerte, aseguraba que solo tenía mala prensa. El envejecimiento son pequeñas muertes, dijo en una de las últimas entrevistas que le hicieron. Gasalla ensayó la vejez mucho antes de tener arrugas y caminar lento. Experimentó ser anciano mientras era joven. A través de Mamá Cora y la abuela interpretó el futuro y así, tal vez, conjuró el miedo a lo desconocido. El personaje protege al actor. Una vez le preguntaron a Pinti que era lo que más le divertía de Gasalla. Él respondió que la posibilidad enorme que tiene Antonio de no necesitar mucha prótesis. Se pone la peluca y sale. Esa posibilidad que tiene él, de sin nada hacer todo.
y para no atomizar más, te dejo la columna de adrián lakerman —siempre fan de lakerman— en gelatina, que es una síntesis muy acertada de una carrera imposible de resumir.
II
murió gasalla y, casualidad o no, volví a escuchar a malena pichot. lo hice gracias a la entrevista que le hizo julia mengolini en mirá quién vino de futurock. fue una entrevista muy de entre casa, pichot conduce furia bebé y con mengolini son amigas desde hace años.
pichot fue mi humorista de principios del siglo XXI. a la loca de mierda la mirábamos fascinadas en la redacción de galería de uruguay y rondeau. era el 2008 o 2009, pichot era nuestro espejo, nuestra aspiración. la amábamos y admirábamos. internet todavía tenía esas cosas. la magia de descubrir algo verdaderamente nuevo.
III
el sábado pasado volvimos a ver a eté & los problems. hacía tiempo que no íbamos.
no sé si el tiempo es una ilusión, pero a veces es circular. la primera vez que vi a eté & los problems en vivo fue en 2015. un año después de la publicación de el éxodo, un año después de jordan.
veo la foto y no sé con quién fui, no me acuerdo de nada; pero la imagen está ahí y su pie dice pensaba en llamarte mañana, va a haber tormenta.
a veces, envejecer puede ser dulce, dijo ernesto tabárez en un momento el sábado.
IV
cuando su hija, ella, cumplió dos años, el documentalista jay rosenblatt decidió empezar a documentar el paso del tiempo o, tal vez, capturar para siempre un instante. intentar así que el recuerdo no se evapore.
el día del cumpleaños de su hija, rosenblatt prendía la cámara y le hacía las mismas preguntas: cuáles son sus sueños, qué es para ella el poder, quiénes son sus personas favoritas, a qué le tiene miedo. así hasta que ella cumplió 18.
el resultado es el corto documental ¿cómo medir un año? que en 2021 fue uno de los nominados al oscar. la película, de menos de 30 minutos, es un retrato precioso de la gracia de la infancia, el pasaje a los dilemas existenciales de la preadolescencia, una cápsula de cómo evoluciona la relación entre el padre y la hija, y hasta cómo se modifica el pensamiento y el razonamiento de una persona.
está en max.
hace unos días terminé de leer fractura de andrés neuman. es la historia de la vida de yoshie watanabe. la novela empieza en tokio durante el terremoto y tsunami de 2011 y el posterior accidente nuclear de fukushima.
yoshie fue un niño japonés que se crio en nagasaki y fue sobreviviente de la bomba atómica que estados unidos decidió tirar sobre la ciudad de hiroshima en 1945.
todas las cosas rotas, piensa, tienen algo en común. una grieta las une al pasado.
neuman recorre la vida del señor watanabe a través de su punto de vista y también el de las mujeres que lo conocieron en distintas ciudades del mundo.
es un libro inolvidable.
si llegaste hasta acá, como siempre, gracias por la lectura.
si querés, me podés escribir a piasupervielle@gmail.com.
en 2025 arbitraria pasará a publicarse con más arbitrariedad que de costumbre.
si alguien te reenvío este correo y querés suscribirte, podés hacerlo acá.
Me erice con la anécdota de tu mamá
Me encanta leerte Pi
Dicen q los buenos libros son los q te llevan a leer otros, me hiciste dar ganas de mirar un documental, escuchar un tema, leer un libro. Y descubrí frases q subrayaría en un texto si no fuera q leo por el teléfono. Chas gracias 🤟🏼