pienso en contar algunos secretos.
pienso primero en explicar que esta tontería de arrancar, repetir y machacar con el pienso viene de la película pienso en el final de charlie kaufman.
odié la película.
el título me fascina; viene del libro i’m thinking of ending things (también es una frase que me fascina). si quieren probar aún está en netflix. no es el mejor kaufman. hay gente que disiente, por supuesto.
vuelvo al ejercicio del pienso.
pienso que la idea se la robé en secreto a pablo staricco; me acuerdo perfecto de su crítica sobre pienso en el final. la escribió en setiembre de 2020 y aún recuerdo el ejercicio de abrir cada párrafo con la palabra pienso, pero sobre todo recuerdo que me encantó, que me pareció un texto precioso y que está lleno de ideas para detenerse unos instantes o para recuperar más tarde. la volví a leer y siento que arbitraria se parece mucho a esa nota.
pienso que pablo y yo solemos no estar de acuerdo en nuestras valoraciones sobre las películas. a él le pareció una obra maestra the souvenir; yo la detesté con furia. hay más ejemplos, pero este es el más significativo.
pienso en el baile, en mi vínculo con el baile, en que no tengo idea cuándo fue la primera vez que bailé de manera consciente (¿el pericón en la escuela? horror). pienso en que soy pésima bailando, torpe, tosca, no soy buena con el ritmo, no sé agarrar los movimientos. bailo mal en pareja (el editor de esta newsletter me conquistó bailando, aún no sé cómo lo conquisté yo a él), bailo como la boluda total que soy en grupo. mi amiga luisina ríos me imitaba a la perfección y me hacía descostillarme de la risa. secreto: cuando estoy muy contenta bailo sola en casa. esa es mi mejor versión; nunca nadie lo podrá comprobar.
pienso en lo que disfruto y en lo que me hipnotiza ver bailar a otros y otras; en decenas de escenas de teatro y de cine en la que actrices y actores bailan libres como si nadie los estuviera mirando. pienso en nahuel pérez biscayart y úrsula corberó bailando en el jockey, la última película de luis ortega. pienso en —como lo llamó agustina larrea en su newsletter mil lianas— ese anzuelo; en el baile como cortejo, como imán para que nos quedemos boquiabiertos y pasmados mirando el espectáculo.
a ortega le gusta poner a sus actores y actrices a bailar; lo hizo también con toto ferro y el chino darín en el ángel.
ambas son buenísimas.
el jockey está en la cartelera montevideana, anticipo que por no mucho tiempo más. es una película para ver en el cine, apagar el celular por una hora y media y dejarse hechizar.
si sos una persona que necesita más información sobre trama, ideas y la mar en coche, te dejo acá la entrevista que bremermann le hizo a su director en el observador. ortega dice esto: “me aturde la necesidad de bajar línea, de ponerse por encima de la audiencia para contar cómo son las cosas o cómo deben ser”.
aplausos.
también te comparto la entrevista que le hizo pablo en búsqueda a pérez biscayart (ojalá seas suscriptor o suscriptora del semanario porque realmente es muy buena). ganador del premio a mejor actor en el reciente festival de san sebastián, pérez biscayart comenta lo siguiente: “me gusta pensarme como irresuelto, disuelto, deforme; todos esos adjetivos son buenos para pensar el arte, o la actuación en mi caso. la locura tiene ese lugar liberador y, a la hora de trabajar, es muy importante que las locuras se pongan en diálogo y no tanto las ideas”.
y, por último, sumo la columna del domingo pasado de tamara tenenbaum; parte de la película para reflexionar sobre este asunto que me apasiona, me ennerva y me agota: ahora todos somos creadores de contenidos.
escribe tenenbaum:
El Jockey me hizo pensar en aquello que me molesta de que a todo hoy se lo llame “contenido”. La sensación que genera esa palabra y el modo en que la gente la usa es que el soporte de una idea da igual; las cosas se cuentan en cualquier formato; primero viene el mensaje, después alguna forma expresiva que hace simplemente de vehículo. No es grave cuando se habla así de periodismo, o de lo que sea que hacen los influencers y los streamers; pero es distópico que quienes producen arte (o quienes lo financian) digan que hacen “contenido”. Es aceptar sin más la reducción del arte a la comunicación. Los procesos por los cuales uno tiene que encontrar la manera de juntar dinero para su arte tienden a conducirnos en esa dirección, y es muy difícil que esos procesos no se derramen después sobre la obra: es difícil tener que hacer la “venta” de una película de un libro explicando los temas y que luego la obra no se vea, entonces, como un simple vehículo para un tema.
ahora que ya entramos en calor te doy la bienvenida y te invito a bailar un rato conmigo.
soy pía y esto es arbitraria.
irresuelto, disuelto, deforme.
último secreto: soy culposa (te imaginarás de dónde viene esa culpa, bueno sí, de ahí); convivo con la culpa; me da culpa no cumplir; si no estoy a la altura de las circunstancias, siento culpa. escribo con culpa que fallé. otra vez. arbitraria sale cada quince días. a veces no.
I
a daniel saldaña parís lo conocí porque en 2021 fue finalista del premio herralde de novela por su libro el baile y el incendio.
la novela narra la historia de natalia, erre y conejo, tres amigos que —de adultos— se vuelven a cruzar en su cuernavaca natal. los encuentros y desencuentros entre ellos están atravesados por dos situaciones extraordinarias: una temporada de incendios y una incomprensible epidemia de baile.
saldaña parís va y viene entre ficción. así se lo dijo a diego recoba en la diaria hace un tiempo:
Me gusta esa idea de capas de realidad que no son exactamente compatibles o equiparables. Pensar la historia factual de la ciudad, pero también la historia ficticia, las leyendas, las ficciones sobre la ciudad, lo que se dice en las calles, las noticias falsas; cómo conviven todos esos discursos sobre el espacio y transforman la mirada sobre la experiencia del espacio urbano. Me interesaba también sondear en el origen del desastre ecológico de Cuernavaca y pensarlo desde la historia, el extractivismo que llega con la colonia, el propio Hernán Cortés estableciendo allí el primer ingenio azucarero del continente, la tala de los bosques durante la colonia y cómo la historia del siglo XX está llena de represiones a los movimientos agrario.
además del pasado de cuernavaca y los incendios que —producto de la sequía— destruyeron miles de hectáreas en méxico en 2019, el escritor mexicano incorpora las epidemias de danza de la edad media, los juicios de las brujas del siglo XVII y la creación de la coreógrafa alemana mary wigman (1886-1973) que, para su pieza más emblemática, se inspiró en la danza de las hechiceras en la isla de blockula.
en youtube se pueden ver dos minutos de la coreografía hexentanz. son dos minutos escalofriantes, terroríficos, atención directores de terror. si te da curiosidad, acá está.
lo que sigue es un breve fragmento de el baile y el incendio cuando en cuernavaca está bajando —como lo llamaron en el pueblo— la epidemia de “el baile de las patadas”
—Qué cosas. Nunca me hubiera esperado vivir algo como esto. Y lo que me parece más perturbador de todo es algo que dijeron después en la radio dos doctores que estaban comentando los hechos: que los contagiados, los que bailaban, sentían una especie de alegría, un júbilo inexplicable, como si de repente les quitaran de encima un abrigo muy sucio. Algunos murieron luego, días después, de depresión y hartazgo, o porque no querían comer nada. Muchos más se lesionaron o perdieron una pierna o cayeron en una especie de letargo del que no han salido todavía. Pero los que se recuperaron, los que vencieron el hechizo absurdo que los obligaba a sacudirse y a tomarse de las manos y avanzar en círculos, esos viven con una sonrisa dulce en los labios, recordando los días, las semanas de ligereza y baile, la primera epidemia de danza desde la Edad Media, ese acontecimiento sagrado o maldito que se cobró las vidas de más de cuatro decenas de morelenses, esa revolución sin programa ni resultado que arrebató a niños y muchachas durante catorce días.
II
recuerdo con bastante precisión algunas escenas de baile en las obras de gabriel calderón. recuerdo la comunión de maría mendive, gabriela iribarren y marisa bentancur al final de ana contra la muerte; todavía las puedo ver sacándose de encima el dolor y la angustia mientras se dejában llevar por el ritmo de una canción de natalia lafourcade con los ángeles azules. creo que era nunca es suficiente.
voy para atrás y me aparece morir (o no) en el circular. me falla la memoria. me viene la voz de johnny cash cantando we’ll meet again. es probable que mi cabeza me esté jugando una mala pasada. no sé si en mi muñequita bailan, creo que sí.
le escribo. le pregunto si estoy en lo correcto o delirio.
me llama.
la conversación empieza por otro lado.
—¿leíste la jornada de un escrutador de calvino?
—no.
—leelo.
si calderón recomienda, yo acato.
le pregunto por el baile al final de edipo rey con dirección de andrés lima. me cuenta que antes de empezar los ensayos, para calentar, lima —actor y director español— hacía que los integrantes del elenco bailaran. el baile, dice calderón, ocupaba un lugar de relevancia en las tragedias griegas y tiempo después en el teatro isabelino.
le pregunto si él baila bien. se ríe. me dice que en sus años de estudiante de la emad tuvo un vínculo muy estrecho con la danza contemporánea, que un día hizo mal un paso y le reventó la cara a su amigo martín inthamoussú.
es sábado casi al mediodía. tomo mate. me atraganto. tengo que cortar. le digo que después me cuente mejor cómo es eso de su vínculo con el baile, del ritmo a la hora de escribir, de llevar la musicalidad y el movimiento a la escena.
la conversación queda en suspenso.
ayer la comedia nacional estrenó madre ficción del argentino mariano tenconi blanco.
a fin de este año calderón deja su rol como director general y artístico de la comedia nacional.
empiezan las despedidas.
III
hay una escena de baile que me sé de memoria.
es de noche. lelaina, troy, vickie y sammy paran en una estación de servicio. necesitan comprar provisiones. agarran lo habitual: papas, cerveza. de fondo y muy bajito suena una canción. vickie la escucha, le pide al señor de la caja que suba el volumen. la cámara enfoca un doble cassettero. vickie y lelaina bailan, se ríen, hacen una pequeña coreografía, sammy se suma a la fiesta. troy queda inmóvil con cara de vergüenza ajena.
la canción es my sharona de tha knack y la escena es de reality bites, la película de ben stiller protagonizada por winona ryder y ethan hawke. ahí está la quintaescencia de mi adolescencia.
hay muchas escenas —muchísimas— que recuerdo por razones distintas.
la de maribel verdú en y tu mamá también. no se me ocurre otra escena de esa potencia erótica. si nunca la viste, la dejo acá.
alberto bailando solo en el teatro en dolor y gloria de pedro almodóvar. son unos segundos, pero alcanzan para decirlo todo.
la fiesta en lo de sydney. son los últimos minutos de la última temporada de the bear y hay que bailar para purgar. no hay link, pero hay recomendación. the bear me mata.
nanni moretti y el elenco de su película lo mejor está por venir en el festival de cannes en 2023. no se me ocurre mejor ejemplo para hablar de baile y alegría contagiosos.
ahora es la mañana de domingo.
desayuno en la cama.
en mi ventana los que bailan son los árboles.
qué fortuna la mía.
IV
el mejor libro de leila guerriero es, para mí, sin lugar a dudas una historia sencilla. es una crónica periodística de 146 páginas sobre el festival nacional de malambo de laborde (argentina); es, también, la hazaña de rodolfo gonzález alcántara un hombre que compite por el mayor honor del baile tradicional y sabe —que si gana— no podrá volver a competir nunca más.
lo que sigue es sólo un fragmento:
La guitarra de Fernando Castro parece una tormenta de amenazas, un presagio. Suena como si un alud, como si las piedras, como si los truenos: como si el último día de la tierra. Rodolfo entra al escenario por el costado, hace unos pasos y se detiene para medir la magnitud de su tarea. Después, camina hasta el centro y avanza hacia el público con tres pasos sigilosos, como un animal al acecho. Y allí se queda, las piernas separadas, los brazos a los lados, las manos con los dedos tensos. La guitarra desgrana un acorde redondo, bien pulsado, y Rodolfo deja caer dos golpes sobre la madera: tac tac. Y, desde ese momento, el malambo transcurre en algún lugar entre la tierra y el cielo.
Las piernas de Rodolfo parecen águilas encendidas y él, perdido en algún lugar que no es de este mundo, apuesto y fatal, altivo como un árbol, transparente como un aire de jazmines, se alza con brutalidad sobre la filigrana de los dedos, se derrumba, cocea, ruge con la astucia de un felino, se desliza con la gracia de un ciervo, es una avalancha y es el mar y es la espuma que corona y, al final, clava un pie sobre las tablas y se queda ahí, sereno y limpio, temible como una tormenta de sangre, y, con un gesto sobrador, se arregla la chaqueta -como quien dice aquí no pasó nada-, se inclina en una reverencia, se toca la galera con la punta de un dedo, da media vuelta y se va.
V
no sé qué es más complejo: retratar la fiesta, el baile, el desmadre, el desborde, la parranda, la juerga en imágenes o en texto.
en diciembre de 2021, el equipo de la revista de la universidad de méxico —comandado, en ese entonces, por la escritora guadalupe nettel— decidió que era oportuno dedicar la edición de fin de año a la fiesta. si gustás, lo podés leer acá. te invito, ya que estamos, a que la recorrás un poco más.
mi sueño es poder hacer una publicación similar.
se buscan siempre accionistas ;)
el asunto es que en esa edición el autor mexicano luigi amara hace un recorrido muy original por un puñado de libros que han retratado las fiestas.
te dejo un pequeño abreboca.
Retumbaría “Sympathy for the Devil” de los Rolling Stones; el ritmo se contagiaría como un embrujo surgido de su pelo, y todos volverían a sonreír, aunque al principio solo fuera una sonrisita de expectativa y desconcierto, como si el hechizo del baile se sostuviera por todas esas sonrisas al unísono, que harían que más y más gente se uniera al desparpajo; por fin los cuerpos se relajarían de verdad y festejarían la inusitada elasticidad de sus tendones; invitados que hacía unos segundos parecían cadáveres se levantarían de sus féretros para sumarse al deschongue; momias plomizas balancearían las caderas para zafarse de los tentáculos de la muerte, sacudirían los hombros para liberarse de las cadenas invisibles que las atan a sus escritorios. El ritmo pegajoso de las sonajas y las percusiones se mantendría unos minutos a la espera de que todos estuviéramos a bordo y, una vez que los gritos e invocaciones corrieran de boca en boca a manera de conjuro, el baile estallaría finalmente: brazos ondulantes, tobillos a punto del quiebre, melenas esponjadas; de nuevo inmortales por el baile, nos convertiríamos en una tribu salvaje celebrando el regreso a la vida; del suelo se elevaría un ruido oscuro, un murmullo como de alas batiéndose contra las paredes: la multitud otra vez gozando. De tanto bailar, bailarían hasta los gatos negros.
gracias por el baile. por la lectura y por acompañarme, una vez más.
esta edición de arbitraria no contó con edición.
pido perdón de antemano ;)
si alguien te reenvío este correo y querés suscribirte, podés hacerlo acá.
siempre me podés escribir a piasupervielle@gmail.com.
nos leemos pronto.